Hemos aprendido que el referendo es una herramienta maravillosa de la democracia, una que otorga a las personas la dicha del voto directo y les permite tomar decisiones críticas por su cuenta. También hemos aprendido que un referendo da legitimidad a la decisión porque esta proviene de la gente, trascendiendo de tal modo la visión miope de los políticos. La decisión tomada a partir de un referendo es una orden dada por el pueblo, no simplemente una sugerencia.
Cualquier persona que siga pensando de esta manera después de las catastróficas experiencias en Grecia, España, Colombia y el Reino Unido durante los últimos años se encuentra en un profundo estado de negación sobre lo que logran los referendos. En estos cuatro casos se hizo creer a la gente que sus deseos se concederían si solo fueran a la mesa de votación y marcaran su elección preferida en un papel. En todos los casos la realidad ha sido sorprendentemente diferente.