No puedes ganarle al mercado: la revolucionaria invención de Jack Bogle

Para muchas personas, “finanzas” e “innovación” son dos palabras que no pueden combinarse bien en la misma oración, a menos que sea para hacer un comentario ingenioso como el que alguna vez hizo Paul Volcker, el ex presidente de la Reserva Federal: “La innovación financiera llegó a su punto máximo hace veinte años … con la invención del cajero automático”. Si bien el mundo de la tecnología enriquece nuestras vidas burguesas con las consolas de juego, los teléfonos inteligentes y los autos que conducen por sí mismos, los bancos parecen traer a la fiesta solo aburridas tasas de interés, mortgage-back securities, y power reverse dual-currency notes– definitivamente nada que puedas poner en Instagram para alardear.

Es verdad que la innovación en las finanzas no nos parece muy sexy, pero cuando se realiza correctamente, tiene un enorme impacto positivo en la vida de miles de millones de personas, más que la que pueda hacer cualquier gadget. Las mentes detrás de esos inventos exhiben la misma brillantez y genio que las que se encuentran en ciencia, ingeniería o medicina. Entre ellos, Jack Bogle fue una de las figuras más destacadas por la forma en que revolucionó el mundo de las inversiones y nuestra relación con el dinero. El mes pasado, la comunidad financiera se despidió de este gigante después de que falleció a la edad de 89 años.

Bogle ha sido descrito como un inversionista, autor, filántropo y empresario, pero lo más importante es que fue el inventor del “índice de fondos mutuos”, un producto de tanta belleza, simplicidad y utilidad que podría rivalizar con cualquiera de las creaciones de Steve Jobs. Y así como la computadora personal de Apple trajo una revolución a la forma en que percibimos las computadoras, el fondo de índice lanzado a través de Vanguard, la firma que fundó en 1975, cambió nuestra manera de invertir.

El negocio de administrar el dinero de otras personas es notoriamente difícil. Los gestores de fondos son expertos financieros que buscan nuevas ideas que puedan brindar a sus inversionistas fuertes retornos y resiliencia en tiempos difíciles. La complejidad de sus trabajos reside en la casi desesperada tarea de analizar grandes cantidades de información para decidir qué acciones o bonos tienen que comprar o liquidar de sus carteras. La presión y la responsabilidad sobre ellos son enormes, ya que una mala decisión puede poner en peligro los ahorros ganados con tanto esfuerzo de sus clientes confiados. Sin embargo, si pueden demostrar que tienen habilidades genuinas, pueden cobrar por sus esfuerzos generosos honorarios.

A mediados de la década de 1970, Bogle llegó a la conclusión de que todo el juego de tratar de encontrar una forma de ganarle al mercado no tenía sentido y que, en cambio, podría servir a mejores inversionistas proporcionándoles acceso barato a todo el mercado. La receta para crear la mejor cartera estaba codificada en los índices del mercado, y lo único que tenía que hacer era crear un fondo que pudiera seguirlos de cerca.

Un índice es solo una medida del rendimiento acumulativo de una colección específica de empresas. Incluso si el lector no sabe nada sobre finanzas, seguramente está familiarizado con el más famoso de todos, el índice Dow Jones, que se encuentra allá arriba en el panteón de símbolos del capitalismo, junto con Gordon Gekko en Wall Street, y la escultura del toro de bronce cerca de la Bolsa de Nueva York. El Dow Jones hace un seguimiento del desempeño de las 30 compañías más grandes de los EE. UU, y ha se mantenido actualizada durante 133 años, lo que lo convierte en una de los más antiguos.

En 1976, Bogle lanzó un fondo que apostaba sobre el S&P 500, un índice de las 500 compañías más grandes de los EE. UU. La construcción de este índice era particularmente adecuada para convertirlo en el modelo de un fondo que abarca el mercado, ya que es un índice ponderado por capitalización, lo que significa que el peso de cada compañía es proporcional a su tamaño (una empresa grande como Microsoft puede actualmente representan el 3.5% del índice, mientras que uno más pequeño, como Mattel Inc., solo un 0.2%). En lugar de revisar cientos de informes y métricas de todas las compañías para decidir en cuáles invertir, Bogle solo tendría que comprar acciones en todas ellas, en cantidades que imitaran las dadas por el S&P500, un tipo de estrategia pausada que llegaría a ser conocida como inversión pasiva.

El humilde objetivo del fondo de índice era seguir el rendimiento del mercado, sin hacer ninguna promesa de ser mejor o peor, pero en su lanzamiento, fue recibido con escepticismo y desprecio, y los inversionistas activos lo calificaron de “anti-estadounidense”, y de “un camino seguro a la mediocridad”. Devolver los rendimientos promedio del mercado sonaba poco atractivo y aburrido, y quizás incluso peligroso: “¿Estaría satisfecho con contratar a un cirujano promedio para realizar una cirugía compleja, o preferiría contratar al mejor?”, preguntaban los críticos.

La idea de Bogle se basa en dos premisas que han demostrado ser extremadamente difíciles de refutar. La primera es que no puedes ganarle al mercado a largo plazo, lo que significa que la tarea de armar una estrategia que pudiera superar a un índice ponderado por capitalización es inútil. Dependiendo de con quien este hablando uno esta afirmación puede ser muy controversial, pero estudios empíricos han demostrado, una y otra vez, la incapacidad de la gran mayoría de los fondos tradicionales para mantener rendimientos sostenidos por encima de los del mercado

En el lenguaje académico, este concepto se conoce como la Hipótesis del Mercado Eficiente, un pilar fundamental de las finanzas teóricas. En términos generales, los precios absorben y reflejan rápidamente toda la información disponible, lo que hace que su comportamiento se vuelva un proceso aleatorio imposible de predecir. No es que no quieras tener el mejor cirujano, es solo que no puedes identificar a priori cuál es bueno y cuál es malo, pero apostando por un promedio, te irá mejor que si eliges una al azar. La Hipótesis del Mercado Eficiente es una teoría profunda y elegante, que ya estaba bien establecida en los círculos académicos para la década de 1970, por lo que resulta fascinante cuando uno se entera de que Bogle no había oído nada de esta cuando inventó su fondo.

La segunda premisa de Bogle era que la fabricación de un fondo de índice era relativamente fácil y podía ofrecerse a precios muy económicos a los inversionistas. En estos días, uno puede obtener acceso a ellos con tarifas del 0,10% o incluso menos, todo un orden de magnitud más bajo que los fondos tradicionales. Cuando se compara los desempeños de las estrategias de inversión teniendo en cuenta los costos, el fondo de índice se convierte en un competidor casi imbatible.

A pesar de los numerosos obstáculos, Bogle mantuvo su filosofía, y su firma de asesoría de inversiones evolucionó hasta convertirse en el mayor proveedor de fondos mutuos del mundo, con $ 5 billones ($ 5 trillones americanos) en activos bajo administración al momento en que escribo esto. Bogle abrió la puerta para que otros ofrecieran estrategias pasivas similares, y ahora representan alrededor del 37% de todos los activos en los fondos mutuos de EE. UU. Su desafío al sistema estableció en un benchmark contra el cual se miden todas las estrategias, pero cuyo nivel es tan alto que muy pocos se atreven a retar.

Aunque Bogle terminó transformando el mundo financiero con su invención, sus objetivos nunca fueron faraónicos. Estructuró a Vanguard como una empresa mutua que le pertenecía a sus inversionistas de fondos y no a sus ejecutivos o accionistas. Si hubiera hecho las cosas de manera diferente, sin duda se habría convertido en uno de los hombres más ricos del mundo. Sin embargo, su ambición no era esa, sino más bien proporcionarle al pequeño inversionita un producto bueno y de bajo costo que pudiera utilizar para aumentar un poco su riqueza. Quizás la mejor persona para dar un veredicto justo del legado de Bogle es el héroe supremo de la inversión activa, Warren Buffett, quien escribió en una de sus icónicas cartas a los accionistas: “Si alguna vez se erige una estatua para honrar a la persona que más ha hecho para los inversores estadounidenses, la elección debería ser Jack Bogle “.

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