
El Mercado como Villano
¿Cuál fue tu última comida que no obtuviste "mediante el mercado"?
Con esto, me refiero a algo para lo cual no tuviste que depender de ningún intercambio comercial de dinero por bienes, o que fue proporcionado por alguien que utilizó dicho intercambio para adquirirlos. Quizás fue un tomate que cultivaste en tu jardín, o una trucha que pescaste en un lago, o un melocotón que arrancaste de un árbol.
Para mí, fue un conejo. Sucedió en el otoño de 2019, en una finca privada en el norte de Inglaterra, donde estaba aprendiendo algunas habilidades de supervivencia, una de las cuales era conseguir comida en el bosque. Se necesita mucho trabajo para asegurarse de que las trampas cumplan con las regulaciones (debes asegurarte de que no causen sufrimientos innecesarios al animal) y debes colocar docenas de ellas a lo largo de los pasillos que los conejos abren a través del piso en el bosque. Tienes que seguir revisando todas tus trampas cada medio día más o menos, en caso de que una de ellas atrape a una presa, y cuando eso suceda, debes estar listo para rematarlo rápidamente y con determinación.
Como principiantes en el tema de la supervivencia, mis once compañeros de aventuras y yo seguramente usamos mucha más energía que la que obtuvimos de los tres conejos pequeños y una liebre marrón que logramos atrapar después de tres días de trabajo asiduo. Mientras comía mi parte de la carne junto a la fogata y bajo las estrellas, y me regocijaba al experimentar una fuerte conexión con la naturaleza, no pude evitar maravillarme de lo diferentes que eran las cosas en el mundo real.
Casi todas las calorías que he consumido en mi vida las ha proporcionado el mercado; el conejo es solo una excepción memorable. Por supuesto, esta dependencia no es exclusiva de la alimentación. Mi acceso a vivienda, salud, educación, transporte, información y entretenimiento ha estado siempre sujeto a las interacciones del mercado. En las ocasiones en las que dicho acceso no haya implicado una transacción explícita (por ejemplo, en el caso de una consulta médica proporcionada de forma gratuita por el Sistema Nacional de Salud en el Reino Unido), basta con mirar más allá del momento inmediato para darse cuenta de que el el mercado jugó un papel crucial en algún lugar aguas arriba.
El mercado ha sido bueno conmigo, pero no todo el mundo ha tenido tanta suerte. Para muchas personas, el mercado no les ha entregado lo que quieren o necesitan. Además, se podría argumentar que el mercado ha creado incentivos para producir bienes nefastos para los humanos; ha exacerbado el consumismo, ha agotado los recursos naturales y ha puesto en peligro la vida en la Tierra. Estas limitaciones han llevado a muchos, no solo a adoptar una visión crítica de los mercados, sino a demonizarlos por motivos morales fundamentales. Aunque el mercado ha demostrado brindar beneficios a miles de millones de personas, es difícil retratarlo como una especie de héroe. En cambio, se parece más a Danny Trejo, el actor estadounidense que parece casi perfecto para interpretar el papel del malo. Del mismo modo, el mercado brilla más cuando aparece en el reparto como el villano de la historia.
La alegoría de Saramago
Comerciantes y cambistas hacen negocios en las escaleras del Templo en Jerusalén, una señal de falta de respeto que enfurece a Jesús.
Shylock, el prestamista judío de la obra de William Shakespeare "El mercader de Venecia", exige perversamente una libra de carne del apuesto Antonio cuando este incumple un préstamo.
Y Gordon Gecko, el financiero sin escrúpulos de la película de Oliver Stone "Wall Street", corrompe al corredor de bolsa Bud Fox, con la promesa de riqueza a cambio de violar la ley.
El elemento común de estas historias, y las miles más que deben existir con un arquetipo similar, es la representación de agentes del mercado que muestran un comportamiento inmoral o ilegal: desprecio por lo que es sagrado, falta de compasión y codicia. De esta manera, los personajes de estas historias encarnan los defectos profundos del mercado, lo que permite a los narradores señalar sus defectos sin tener que referirse directamente a ellos. Los comerciantes del Templo, Shylock y Gecko, son símbolos del mercado, pero no son el mercado en sí mismos, solo sus acólitos.
La imagen de seres humanos retorcidos que se involucran tan de cerca en las actividades del mercado es efectiva porque transfiere sin problemas sus rasgos oscuros a los propios mercados - pero solo hasta cierto punto. La brecha entre el mercado y sus agentes crea una sensación de ambigüedad que generalmente no se aborda directamente. Después de todo, se podría argumentar que estos practicantes del mercado son solo algunas manzanas podridas, abusando de su poder. Depende del lector o del espectador decidir si es el propio mercado la fuente de la malicia.
En este contexto, La Caverna de José Saramago surge como una crítica dispar, ya que apunta directamente al mercado sin depender de la depravación de algunos individuos. En la novela de Saramago conocemos a Cipriano Algor, un viudo de sesenta y cuatro años propietario de un pequeño taller de alfarería, en las afueras de una ciudad anónima, donde crea ollas, platos y jarrones que luego vende al Centro. Es hábil en su arte, orgulloso de sus productos y apasionado de dar forma a la arcilla con sus manos y en su viejo horno de ladrillos, un oficio que su padre y el padre de su padre mantuvieron vivo durante décadas.
Las vicisitudes de Cipriano Algor comienzan cuando recibe la noticia de que el Centro ha decidido dejar de comprar sus productos, ya que no se venden bien. Indagando cuál sería el motivo de la caída en las ventas, un gerente de nivel medio del Centro le informa: “Fue el lanzamiento de una vajilla de imitación hecha de plástico, es tan buena que parece real, con el ventaja que es mucho más ligera y mucho más barata”. Ante la probable extinción de su negocio y su forma de vida, Cipriano Algor decide redoblar sus habilidades y lanza una nueva empresa - un "pivot", en el lenguaje de los empresarios - haciendo pequeños muñecos de arcilla. Si el Centro no quiere su loza de barro, quizás se le pueda persuadir para que adquiera efigies decorativas hechas a mano de bufones, payasos, enfermeras, esquimales, mandarines y asirios.
La historia de Cipriano Algor y su familia se lee como la aventura de una tropa desesperada que lucha contra una poderosa fuerza natural, como si fueran los marineros de un frágil barco en medio de una feroz tormenta. Sus opciones parecen ser librar una batalla que no pueden ganar o aceptar que serán arrasados por las olas invisibles de un sistema que cubre valles, montañas y pueblos. Un giro al final de La Caverna cambia el tono de la historia, de la lucha social al horror casi lovecraftiano. Un misterio - perturbador, aterrador, sin resolver - señala sin ambigüedad los cimientos del mercado y nuestro papel en él.
En la literatura, los símbolos y las alegorías se utilizan como dispositivos para proyectar la esencia de la realidad, pero lo hacen de distintas maneras. Los símbolos encapsulan la idea en un solo punto de manifestación, entregando su mensaje instantáneamente. Los comerciantes del Templo, Shylock y Gordon Gecko son símbolos del mercado, dándole a este una encarnación física con la cual llenar el espacio y el tiempo.
Por otra parte, las alegorías comprenden el objeto completo en cuestión como puro pensamiento. La naturaleza abstracta de la alegoría se materializa no de manera inmediata y monolítica, sino como una secuencia de elementos heurísticos que expresan una realidad. La brillantez de La Caverna es que establece tales características (el Centro, los gerentes de nivel medio, los valles vacíos, los muñecos) para crear una alegoría del mercado, lo que nos obliga a pensar más profundamente en él como un todo (ver "Saramago: La Caverna como alegoría del Mercado", de Marco Antonio Velez Velez, 2014).
Mercados en todas partes
Y pensar en los mercados parece ser algo que la mayoría de nosotros hacemos en estos días, incluso sin darnos cuenta. La forma en que pensamos sobre el mercado está alineada con la forma en que sentimos que los individuos deben comportarse y las formas en que las sociedades deben organizarse. Haz una lista de temas que dominan la conversación pública y es probable que los mercados jueguen un papel fundamental en ellos.
¿Qué opinas sobre la desigualdad, la pobreza, el cambio climático, la cobertura sanitaria, la resolución del Covid-19, el acceso a la educación, la guerra contra las drogas, las elecciones, los privilegios, la libertad personal, la estabilidad social, la justicia, la autoridad, el gran gobierno, la regulación, la planificación central y el trabajo? ¿Puedes ver cómo tus puntos de vista sobre estos temas, de alguna manera, están moldeados por lo que piensa sobre los mercados?
Los mercados son una tecnología que utilizamos para asignar recursos y riesgos en la sociedad. No es la única alternativa, y quizás ni siquiera la mejor, pero es una que se ha vuelto omnipresente, tocando casi todos los aspectos, de prácticamente todas las personas en casi todos los países. Podríamos vivir en un mundo en el que todos cazamos conejos y recolectamos frutas de los árboles para conseguir la comida que necesitamos. O podríamos vivir en un mundo donde las agencias centrales de los gobiernos coordinan la producción y el consumo de objetos de arcilla hechos a mano, garantizando que el oficio de Cipriano Algor permanezca vivo y relevante - incluso cuando nadie los quiera. Sin embargo, para bien o para mal, no vivimos en ninguno de esos mundos.
En este blog también he utilizado la palabra “tecnología” para caracterizar las elecciones, ese otro elemento aparentemente constante en el tejido de nuestra realidad colectiva. Pero al igual que las elecciones, el mercado es una tecnología poco comprendida, cuyo alcance y limitaciones son exagerados habitualmente por sus defensores y detractores. Las pasiones, más que el conocimiento, parecen impulsar nuestras opiniones sobre los mercados, pero nuestros sesgos pueden impedirnos comprenderlos, corregirlos y mejorarlos, tal como siempre debe hacerse con cualquier otra tecnología.
Encuentro la superficialidad de esta discusión desconcertante, y en una serie de entradas en este blog, abordaré el tema desde mi perspectiva y experiencia personal. A diferencia de otros temas sobre los que escribo, creo que los mercados son algo de lo que sé una que otra cosa. Mi atención se centrará principalmente en la dinámica y los mecanismos de la tecnología más que en los aspectos políticos, aunque sería ingenuo ignorar los últimos: asignar recursos implica poder y el poder implica política.
El mercado es una estructura colosal que ha sido construida por miles de millones de personas a lo largo de miles de años. Incluso si tenemos fuertes sentimientos en contra de el, podemos maravillarnos de su ingenio y la audacia de sus promesas. Su comportamiento lo convierte en un tema fascinante, y comprenderlos es fundamental para poder decir algo relevante sobre cuál debería ser su futuro o los de sus alternativas.
El sueño de Cipriano
A mitad de La Caverna, Cipriano Algor sueña que está dentro del gran horno de ladrillo que utiliza para secar sus creaciones de barro. Se sienta en un pequeño banco, mirando a la pared, de espaldas a la entrada. Algunas personas están fuera del horno y le hablan, pero él solo puede ver sus sombras platónicas proyectadas en la pared. Presagio de lo que está por venir, el sueño de Cipriano dice algo sobre nuestro entumecimiento, pasividad y subyugación.
La emancipación aparece en las últimas dos páginas de la novela. Cipriano Algor y su familia deciden romper las cadenas de esa realidad. Primero, con actitud desafiante, liberan un ejército de estatuas, ofreciéndolas al barro y a la lluvia. Y luego, con el camión completamente cargado con sus pertenencias, abandonan el taller para no volver jamás. Cuando llegan a la carretera principal, giran a la izquierda, en dirección opuesta al Centro. Dentro del camión, Cipriano Algor y su familia están jubilosos, entusiasmados por una nueva vida lejos de aquí.
Pero nosotros no podemos darnos ese lujo y no los seguiremos en su escape. En cambio, giraremos a la derecha en esa carretera y comenzamos a dirigirnos hacia el Centro. Porque debemos entender.