
T-5 años: la dudosa cuenta regresiva de Estados Unidos para volver a la Luna (Parte 1)
La primera de mis Diez Predicciones para la Exploración Espacial en el Siglo XXI que escribí en enero pasado fue “Todas las predicciones fallarán en sus fechas”. En ese momento hice la observación de que las demoras, de años o incluso décadas, habían sido común denominador de las misiones espaciales, con la notable excepción del programa Apolo, y que uno debería ser cauteloso con los fechas que se prometen en todo lo que tenga que ver con exploración espacial. Ahora que el programa espacial estadounidense ha establecido la fecha límite más ambiciosa en 50 años, estoy listo para jugarmela por mi predicción: la NASA no llevará a los humanos a la Luna para el año 2024, como prometió recientemente.
Lee mi entrada anterior: Diez predicciones para la exploración espacial en el siglo XXI .
En esta entrada, daré un resumen de cómo la NASA volvió a apuntar a la Luna, y la próxima semana daré mis propios puntos de vista de por qué soy pesimista sobre su programa actual.
La Caída de Constelación
Permítanme comenzar con un poco de contexto. Hace quince años, durante la presidencia de George W. Bush, el programa Constelación nació como la siguiente fase de exploración espacial de la NASA, después de la finalización de la Estación Espacial Internacional y el inminente retiro del transbordador espacial. Su ambicioso objetivo era regresar a la Luna a más tardar en 2020, para lo que requeriría el desarrollo de una nueva serie de vehículos, especialmente diseñados para misiones en el espacio profundo: los propulsores Ares I y Ares V (el primero utilizado para la nave espacial y el segundo para carga), la nave espacial Orion (que llevaría a los astronautas de la Tierra a la órbita de la Luna), y el vehículo de aterrizaje lunar Altair (que descendería de la órbita de la Luna a su superficie).
Es difícil saber qué tan importante fue el programa Constelación para el gobierno de Bush, envuelto en las guerras sórdidas en Afganistán e Irak, pero sería difícil argumentar que era una alta prioridad. Aunque el administrador de la NASA en ese momento, Michael Griffin, describió a Constelación como “Apolo con esteroides”, el gobierno no respaldó su altísima ambición con los fondos necesarios para regresar a los humanos a la Luna. En lugar de aumentar el presupuesto de la NASA, el gobierno esperaba que la agencia hiciera algunos malabarismos financieros, redirigiera los fondos de otros programas a Constelación, una maniobra que fue detenida por el Congreso y dejó el proyecto continuamente desfasado en su presupuesto.
En 2009, el recién elegido presidente Barack Obama instituyó la “Comisión Augustine”, un panel independiente de expertos con la tarea de revisar los planes de vuelos espaciales humanos de los Estados Unidos. Lo que la comisión descubrió fue que, aunque el progreso de Ares y Orion estaba en marcha, ya tenía tres años de retraso, con un costo superior a los $ 3 mil millones sobre los $ 9 mil millones planeados para los primeros cinco años. Sin embargo, lo más preocupante era que para el período 2010-2014, el programa requeriría un presupuesto de $ 29 mil millones, pero no había ningún indicio de que Ares V formaría parte del desarrollo. El significado de todo esto era que el cohete principal no estaría listo hasta fines de la década de 2020 y que el vehículo de aterrizaje lunar no estaría disponible “hasta bien entrada la década de 2030, si es que alguna vez”, como se señaló en el informe final.
Teniendo en cuenta estas oscuras perspectivas, el Sr. Obama eliminó a Constelación del presupuesto de la NASA, cancelándolo de manera efectiva. Si su predecesor no se había molestado en respaldar esa grandiosa idea, ¿por qué debería el meterse en ese lío? El gobierno se volcó entonces a desmembrar el proyecto, reciclando sus diversas piezas para otros fines, y cambió su prioridad a la de enviar astronautas a un asteroide antes del 2025: el sueño de volver a la Luna terminaba nuevamente olvidado en un cajón, como había ocurrido ya un par de veces antes
Haz la luna grande otra vez
Avanzamos al 2017, para encontrar al presidente Donald Trump a la mitad del proceso de revertir o cancelar tantas políticas de la administración anterior como le fuera posible. El programa espacial no era una excepción, y en diciembre de ese año, Trump firmó una orden ejecutiva con el objetivo expreso de redirigir los esfuerzos de la NASA a la exploración de la Luna y Marte. Este anuncio fue noticia por un día, pero no desvió la atención de la avalancha de titulares escandalosos que venían de la Casa Blanca en aquellos días. Por tercera vez en menos de quince años, la NASA se embarcó en lo que era una nueva prioridad principal, estableciendo un programa sin nombre basado en los polvorientos planos de Constelación.
El nuevo diseño se asemeja mucho a su predecesor, que consiste en el Space Launch System (SLS), una reencarnación del cohete Ares V, y un módulo Orion renovado. Quizás la principal diferencia con Constelación es una estación espacial en órbita lunar, llamada Gateway, que funcionará como un centro para el acoplamiento de la nave espacial Orion y un módulo de aterrizaje lunar que aún no se ha diseñado. Boeing, el contratista principal para el desarrollo del SLS, anunció que el refuerzo principal estaría listo para 2030, lo que haría que la NASA creyera que, con suerte, podrían regresar a la Luna incluso un par de años antes, estableciendo a 2028 como fecha limite informal.
Todo cambió en marzo pasado, cuando el vicepresidente Mike Pence, en un discurso ante el Consejo Nacional del Espacio, reveló las nuevas expectativas de la administración actual con respecto al programa espacial: la NASA debería llevar astronautas estadounidenses a la superficie de la Luna a más tardar en 2024. Regañando a las tropas de ingenieros y científicos por su holgada fecha de 2028, el Sr. Pence fue enfático: “Señoras y señores, ¡eso no es suficiente!“. Luego procedió a establecer el tono de cómo deberían ser las cosas a partir de ahora, advirtiendo que “la urgencia debe ser nuestra consigna “, y que la fecha límite debe cumplirse “por cualquier medio necesario”. Dirigiéndose a los contratistas indisciplinados, advirtió: ” Si los cohetes comerciales son la única forma de llevar a los astronautas estadounidenses a la Luna en los próximos cinco años, entonces usaremos cohetes comerciales“.
Después de dicha reprimenda, la NASA sometió su modesto programa a un cambio de imagen extremo. En lo que tiene que ser uno de los momentos más inspirados del marketing, alguien se dio cuenta de que en la mitología griega Apolo tenía una hermana gemela, Artemisa, que era la diosa de la Luna, y ahora gracias a las hábiles manos de una agencia creativa, este sería el nombre (ridículamente perfecto) para la misión que enviaría a una mujer a la Luna por primera vez. Justo a tiempo para el 50 aniversario de la hazaña de Neil Armstrong, la NASA reveló con gran fanfarria el programa rediseñado, encapsuladolo en un tema más significativo e inspirador: la Generación Artemisa . La semana pasada, la NASA subió un breve clip al respecto, que parece como el tráiler de una película taquillera proxima a estrenarse, reuniendo leyendas de exploración espacial de todos los tiempos, como Gene Kranz, y las generaciones más jóvenes de astronautas. No soy ni estadounidense ni millennial, pero este clip me puso la piel de gallina, escuchando el simple pero efectivo eslogan “We Go!”. Es realmente beno, asi que échale un vistazo si aún no lo has visto.
Desafortunadamente, aparte de la nueva imagen y algunos cambios en la plana mayor de NASA, no hay nada nuevo que nos pueda ayudar a comprender cómo van a cumplir con esta ambiciosa fecha límite. Cinco años parece ser el tiempo suficiente para que París organice los Juegos Olímpicos de verano de 2024, pero ciertamente no para que los Estados Unidos organicen la expedición más agotadora y compleja jamás imaginada por los humanos.
Incluso para los estándares de una administración caracterizada por una planificación terrible y una ejecución caótica, la fecha límite del programa Artemisa parece desafiar toda lógica. Eso es hasta que uno se dé cuenta, con cierto temor de que, si los planes de los republicanos llegan a buen término, 2024 será el último año del segundo período de Trump en la Casa Blanca.
Entiendes entonces de qué se trata el juego.
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