
¿Por qué no estás en el tarjetón?
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En una entrada del año pasado de su blog, Nick Trefethen (quien fue mi supervisor en Oxford) observaba que en la lista de sus compañeros de promoción de Harvard de 1977 había líderes en toda suerte de actividades y disciplinas excepto en política. Y contrastaba esto con la situación durante la guerra de independencia americana, cuando los líderes políticos eran de la estatura de Hamilton, Jefferson y Madison. Su conclusión era que hoy en día la política no era una carrera atractiva para atraer el mejor talento, y que por eso Estados Unidos pagaba ahora las consecuencias.
Nick me lleva varios años, sin embargo desde ya puedo ver que la situación en mi entorno es similar. Entre mis amigos y conocidos con los que estudié hay gente brillante que desde ya están conquistando sus campos y han empezando a dejar huella con lo que hacen, no importa si es en ciencias, artes, derecho, negocios o medicina. Sin embargo, entre todos ellos no logro encontrar a nadie que parezca tener la intención de medirse a unas elecciones. Sí, claro, varios han trabajado para el gobierno como expertos tecnócratas, e incluso creo que un amigo fue edil hace como veinte años. Pero lo que es estar metido en las entrañas de la política, trepados en una tarima con megáfono, eso si que no se lo he visto a nadie.
No creo que sea por falta de interés. Desde que era primíparo en la Universidad cuando reventó el proceso 8000 (¡a ver millenials si saben de qué estoy hablando!) he tenido excelentes discusiones sobre política con familiares y amigos, y siempre me ha quedado claro que la gran mayoría están bien informados, tienen interés de lo que pasa en el país, y no les faltan buenas ideas de cómo mejorar las cosas. De hecho puedo ir más allá y afirmar que muchos de mis amigos tienen, no sólo interés, sino más bien una genuina pasión por los asuntos públicos.
Tampoco puede ser la falta de un incentivo económico. Los congresistas en Colombia, por ejemplo, reciben generosos salarios de treinta millones de pesos mensuales, una suma que estoy seguro permite a cualquiera vivir comodamente. Más aún, varios de los candidatos a estas elecciones han hecho públicas sus declaraciones de renta y lo que vemos es que su participación en política no ha mellado su capacidad para amasar unos excelentes patrimonios.
Ni siquiera puede ser por una cuestión de falta de oportunidad. En Colombia hay más de veinte mil cargos de elección popular (ver la lista al final del texto), y aunque la mayoría de ellos puede que no sean tan glamorosos como ser el presidente de la república, definitivamente hay espacio para al menos intentarlo.
Supongo que puedo especular durante un buen rato por qué ninguno de mis conocidos ha decidido dar el salto del sofá a la plaza pública, pero creo que sería un ejercicio más bien vacuo. Mejor puedo dar las razones de por qué yo jamás me he metido en política, y por qué posiblemente nunca lo haga.
Primero, está el asunto de las elecciones. En una entrada anterior hablaba de cómo estas generan en los políticos el incentivos de buscar más y más votos. Pero las elecciones también actúan como un fuerte desincentivo para personas que como yo, reconocen su total incapacidad para generar entusiasmo y afecto en las masas. Me le mido sin ningún problema a debatir sobre todo tipo de asuntos en grupos pequeños, e incluso creo que sería capaz de convencer a algunas decenas de personas sobre asuntos que conozco bien. Pero una cosas es tener un gusto por hablar en público, y otra bien diferente conseguir suficientes seguidores que llenen la Plaza de Bolívar y griten de la emoción al verme. ¿Alguno de los que me conoce puede imaginarse algo más cómico que yo haciendo campaña política, alzando bebés de desconocidos, tomándome selfies con los fans, gritando con voz de vibrato “¡Queridos compatriotas, mi nombre es Ricardo Pachón y quiero ser su presidente!”? No, definitivamente no todos tenemos las habilidades circenses que necesita un buen político en campaña, y es una pena que como sociedad hayamos decidido que el filtro de entrada para el mundo de la política sea la inclinación natural por el mundo del espectáculo.
Lo segundo que me ha frenado es esa falsa creencia de que existe una casta de personas mejores que yo a las que les debo entregar el poder. Los políticos – me decía a mi mismo – vienen de otras disciplinas, tal vez de las Ciencias Políticas, o del Derecho. Seguramente son expertos en temas de planeación urbana, temas tributarios, asuntos internacionales. Conocen mejor las necesidades del pueblo. Pero claro, todo eso es absolutamente falso y algo de lo que deberíamos ser conscientes cada vez que despotricamos sobre la incompetencia de uno, o la perfecta idiotez del otro. ¿Por qué están ellos allá y nosotros acá? Bueno, no es tanto por su credenciales sino por esa determinación por conseguir el poder y con la que han logrado tan hábilmente hacernos creer que hay algo especial en ellos.
Un amigo manifestaba su frustración con la selección de candidatos que tenemos para estas elecciones. Le pregunté entonces que quién faltaba en el tarjetón para que se hubiera sentido más entusiasmado. Dudó un poco, mencionó timidamente el nombre de un político al que siempre le ha hecho barra pero que nunca llegó a la presidencia, y me dijo que lo iba a pensar un poco más. Él, como yo y como el resto de mis amigos, familiares y conocidos, no se va a atrever a decir que la persona que falta en el tarjetón es él mismo.
¿Podemos diseñar un sistema democrático en el que no marginalicemos a la gente que ve con pavor la idea de hacer una campaña política?
Cargos de elección popular en Colombia con el número de plazas:
Presidente - Vicepresidente: 2
Congresistas: 268
Gobernadores: 32
Diputados: 418 (en 32 asambleas departamentales)
Alcaldes: 1,099
Ediles: 6.700 (697 JAL, en 110 municipios en 29 departamentos)
Concejales (municipales / distritales): 12.065