La cena de los presidentes
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Leo la noticia de que la Cena de los Presidentes ha sido cancelada para siempre. Llevaba celebrándose 33 años y era considerado uno de los eventos más prestigiosos de la capital inglesa, en donde los invitados, todos hombres exitosos de la política, la industria y el entretenimiento, participaban de una exclusiva cena en un hotel de lujo mientras se subastaban obras de arte y objetos de colección, y cuyos fondos eran destinados a obras de caridad.
Después de la última cena celebrada hace tan solo unos pocos días, ha salido un reportaje investigativo del Financial Times detallando como muchos de sus participantes acosaban sexualmente a las mujeres que trabajaban en el evento como azafatas (“hostess” en inglés).
El escándalo en la prensa británica no ha dado espera y muchos miembros del parlamento han salido a condenar todo el asunto.
Aquí algunos de enlaces:
- Financial Times: https://www.ft.com/content/075d679e-0033-11e8-9650-9c0ad2d7c5b5
- The Guardian: https://www.theguardian.com/society/2018/jan/24/great-ormond-street-return-presidents-club-donations-harassment-claims
- El País: https://elpais.com/internacional/2018/01/25/actualidad/1516866357_162255.html
Las azafatas habían sido contratadas para “entretener” a los participantes. La descripción del trabajo especificaba que las mujeres en cuestión tenían que ser “altas, delgadas y bonitas” y se les había dado la instrucción de usar ropa interior negra que combinara con las faldas cortas que se les darían para la velada. Además, se les advertió que los asistentes podían ser un poco “incomodos”. Siendo 130 las azafatas y 360 los invitados, tenemos que cada una de estas mujeres debía “entretener” a 3 hombres.
Las mujeres contratadas para la noche eran estudiantes, bailarinas, actrices y modelos que querían ganar algo de dinero (£150 por trabajar desde las 4pm hasta la media noche). Muchas han salido a reportar que quedaron asustadas, asqueadas y traumatizadas por la experiencia. Han descrito que fueron acosadas de todas las formas posibles. Claramente no estaban esperando que algo como esto fuera a ocurrir: “Nunca había hecho esto antes y nunca lo volveré a hacer!” – dijo uno de ellas, cuando fue entrevistada por el Financial Times. “It’s f***ing scary.”
Mi lectura es que dentro de las muchas cosas que salieron mal esa noche, posiblemente la peor fue la emboscada de la cual fue victima este grupo de mujeres. Pensemoslo un instante: Eres una chica joven a la que han contratado para atender a un grupo de caballeros mayores, entretenerlos, tal vez charlar y sonreírles, pero cuando llegas al lugar resulta que te botan a una jauría de perros que tratan de arrancarte la ropa. ¡Te han timado por completo!
Y es que por la manera como se ha dispuesto la velada (los invitados son solo hombres, la proporción de azafatas por invitado es alta, corren ríos de champaña, etc.) en realidad el trabajo que se buscaba en estas mujeres no era de una azafata sino el de una escort: Para los organizadores, “entretener” en este cena equivalía a coquetear, seducir y resistir los embates sexuales de varios hombres a la vez.
El trabajo de escort ultimamente ha sido bien documentado en Netflix, que se ha puesto en la tarea de pasar una larga lista de peliculas, documentales y series sobre esta profesión, claramente sabiendo donde es que esta la atención del público. Y es que este es un trabajo complejo pero bien establecido, y hay mujeres que se dedican a esto y por el que pueden cobrar desde £200 la hora. El horror de descubrir que te han contratado para ser una escort cuando lo que tú eres es una azafata no me lo puedo ni imaginar.
Y si uno lo piensa bien, los organizadores cometieron una estupidez de proporciones monumentales, recolectando £1.8 millones en tiquetes pero tan solo gastando miserables £22mil en la parte clave del “entretenimiento”.
Pensemos entonces en otro escenario: Supongamos que los organizadores multiplican por cinco el presupuesto y contratan 130 escorts, que saben bien la naturaleza del evento y tienen instrucciones de entretener a los comensales, sonreírles, tal vez coquetearles y seducirlos. Sin embargo el trabajo no contempla que deban acceder a los avances sexuales de los participantes.
Como lo que tenemos ahora es un grupo de hombres sumergidos en alcohol y rodeados de mujeres (mujeres que ahora por lo menos fingen que están pasando un buen rato) es necesario tener también un esquema de seguridad apropiado, y contratamos un grupo de, digamos, 20 “bouncers” que están listos para desbaratar cualquier señal de tropel.
La noche transcurre ahora sin problemas: los participantes tal vez se comportan de la misma manera como se comportaron la otra noche en la Cena de los Presidentes, pero se enfrentan a un grupo de mujeres que saben exactamente lo que están haciendo. A cualquiera de los hombres que trate de armar pelea, o que se sobrepase con alguna de las escorts, se le invita rápida y discretamente a abandonar el recinto. Muchos de los participantes vienen y van a las habitaciones del hotel, y las subastas recaudan millones de libras que serán usados para ayudar a niños desvalidos.
Y digamos entonces que los periodistas del Financial Times van a este evento, y reportan todo lo que han visto, pero en este caso la historia no va acompañada de las denuncias de las mujeres.
¿Estaríamos igualmente indignados?
Por lo que he podido inferir, para muchas personas esto sería indignante de todos modos por la degradación a la que habrían sido sometidas estas mujeres. Sin embargo en esta versión del evento, lo que tenemos es exactamente lo que tenemos cada noche en cualquier “Gentlemen’s Club” que abundan en esta ciudad y en cualquier ciudad del mundo. Y observen: No hay recursos públicos de por medio. No hay violencia. No hay abusos. Si, efectivamente estamos tratando a todas esas mujeres como “costosos pedazos de carne” – como dijo Jon Stewart alguna vez – pero ninguna reporta nada a la prensa, ni se queja de lo que paso, ni busca la simpatía de nadie.
Como hombre debo reflexionar sobre este evento y ser sincero sobre cual será mi reacción la próxima vez que tenga frente a mí una situación similar. Aquí creo que hay unas consideraciones éticas que deben resolverse y que deben ayudar a orientar los actos de cada uno. Pero de eso no hablaré ahora.